Hoy es el 60 aniversario del primer bombardeo nuclear de la historia de la humanidad. El Enola Gay, un bombardero B-29 expresamente modificado, arrojó sobre Hiroshima una bomba de uranio llamada Little Boy matando instantáneamente a más de 80.000 personas. El propósito oficial era romper la moral japonesa y obligar al gobierno a firmar la rendición, acabando con la guerra del Pacífico. Sin darles tiempo a reaccionar, tres días más tarde lanzaron otro ataque contra la ciudad de Kokura. pero el cielo estaba cubierto de nubes y el piloto se dirigió al objetivo secundario: Nagasaki. El objetivo también estaba nublado y aprovechando el primer claro que se encontró la acabó soltando la bomba de plutonio sobre unos suburbios. Esta vez "sólo" mató a 70.000 personas. El gobierno japonés aceptó la rendición incondicional.
La guerra del Pacífico fue monstruosa, y los japoneses no fueron ningunos santos. En su invasión de China -al igual que ocurrió con muchas islas- realizaron un genocidio inhumano sobre la población existente. EEUU entró en la guerra a raiz del ataque japonés a Pearl Harbor, que les pilló por sopresa. Les costó sangre ir empujando a los japoneses hasta arrinconarlos en Japón, pero incluso así la resistencia fue feroz y la guerra hubiera durado mucho más, cobrándose innumerables vidas. Fue necesario usar una fuerza aplastante para quebrar su moral y obligarlos a una rendición.
Hasta aquí la historia escrita por los vencedores.
Para empezar el alto mando y el gobierno americano conocían con antelación el ataque japonés a Pearl Harbor. Sus servicios de inteligencia escuchaban regularlmente las transmisiones japonesas y habían logrado romper el código de cifrado (algo rudimentario). Dejaron allí la mayor parte de la flota del Pacífico, a sabiendas de que era una ratonera.
Años antes el comandante en jefe del Pacífico había manifestado su malestar por la elección de aquél puerto para situar la base de operaciones del Pacífico. Precisamente porque era un magnífico puerto natural en forma de herradura, el estrangulamiento cerca de la entrada que hacía de rompeolas y bocana lo convertía en una pésima elección como puerto militar. Bastaba con bloquear la entrada hundiendo un barco para convertirlo en una trampa, cerrando toda posible huida. Era muy vulnerable a un ataque aéreo. Los japoneses lo sabían bien y le sarcaron partido.
No obstante cuando arrasaron la bahía no lograron encontrar su objetivo principal: los dos portaaviones americanos que habían salido de "maniobras" a alta mar, dejando sus flotas de apoyo amarradas en el puerto. A ningún mando en sus cabales se le ocurriría hacer esta locura, va contra todas las prácticas militares, pues en caso de cruzarse con un submarino o incluso un destructor (sin radar, y sin tiempo de lanzar los aviones al aire) acabarían con ellos en cuestión de minutos. El mando había decidido sacrificar sólo una parte de la flota, ya que si hubieran perdido también los portaaviones habría tardado demasiado tiempo en poder reconstruirla y reaccionar. Incluso es posible que se vieran forzados a aceptar la rendición. Dos días antes habían dado la extraña orden de sacar a altar mar los dos portaviones solos y sin escolta.
Corolario #1: El gobierno americano entró en la guerra con conocimiento y consentimiento secreto. ¿Con qué objetivo? Probablemente convertirse en al principal potencia económica y militar en el Pacífico. Y de paso, unificar a la nación (dividida por la depresión) en un único espíritu nacional de salvación de la patria.
En la batalla de Midway, en junio de 1942, los americanos se cobraron su venganza contra los japoneses. En una batalla que decidió la suerte (la mala suerte de los japoneses), éstos perdieron 4 portaaviones y un acorazado, mientras los americanos sólo perdieron el portaaviones Yorktown. Supuso el punto de inflexión en la guerra del Pacífico. A partir de aquí los americanos fueron empujando progresivamente a los japoneses hacia sus islas, ganando batalla tras batalla y causando más pérdias al enemigo. Hacia 1944 la guerra estaba materialmente ganada. Japón no tenía casi nada con que luchar contra la inmensa flota americana.
Y enconces llegaron los B-29.
Llamados superfortalezas volantes, fueron diseñados como bombarderos de superioridad aérea. Armados con un cañón de cola y 12 torretas de artillería blindadas y operadas por control remoto, protegido por el mejor blindaje de la época, impulsado por 4 motores de 2200 CV cada uno hasta una velocidad de 574 km/h, con un techo de servicio de 10.200 m de altitud, una autonomía de hasta 9000 km, y una carga útil de 9000 kg en bombas, era prácticamente invulnerable en su época. Podía realizar bombardeos de altura desde bases remotas y regresar intacto.
Siguiendo la estrategia de los aliados, los americanos comenzaron una campaña de bombardeos indiscriminados contra grandes núcleos de población civil en las islas del Japón, ya que la tecnología de navegación de la época no permitía el bombardeo de precisión de objetivos estratégicos, y mucho menos desde gran altitud. Paralelamente a la derrota en el mar, la población civil sufría los bombardeos regulares sobre Japón. Los B-29 lanzaban bombas incendiarias, con escasa precisión desde gran altitud, alcanzando una gran extensión (porque eran arrastradas por el viento). Al llegar al suelo encendían una llama de alta temperatura que se cebaba en los suburbios populares de casas tradicionales de madera y papel. Barrios enteros eran borrados en cada bombardeo. Al igual que en Europa, no sirvió para quebrar la moral de la población, sino para concentrar aun más el espíritu de resistencia patriótica.
En 1945 Japón no tenía apenas con qué defenderse, y el país estaba siendo devastado por los bombardeos. Sabiendo desde hacía tiempo que la guerra estaba perdida, los japoneses acabaron ofreciendo a los americanos una rendición con condiciones que éstos rechazaron. No es cierto que Japón tuviera intención de luchar eternamente, pero los americanos no se conformarían con menos que la rendición condicional.
El 6 y el 9 de Agosto los americanos lanzaron su horror atómico sobre Japón. Murieron 120.000 personas, más otras 200.000 que morirían y sufrirían terribles enfermedades a lo largo de los años como consecuencia de la radiación y las quemaduras.
El general Dwight Eisenhower (entonces jefe del teatro de operaciones en Europa) aconsejó no emplear las bombas nucleares, pues las consideraba completamente innecesarias para lograr la derrota, ya cercana. Más aun: el general Douglas MacArthur, jefe de operaciones del Pacífico no fue consultado, y después manifestaría la misma opinión, al igual que el Almirante William Leahy (consultor jefe del presidente), el Almirante Nimitz (Comandante en Jefe de la Flota del Pacífico), y la práctica unanimidad del alto mando.
Fue una decisión del presidente Harry S. Truman. Sin embargo, fue celebrado por la mayor parte del pueblo americano. En realidad los programas paralelos de desarrollo de las bombas atómicas de uranio y plutonio habían sido ejecutados contra reloj con la intención de ser usados contra Alemania (que también había empezado sus programas, aunque afortunadamente con mucho retraso). Imagino que el presidente no quería quedarse con las ganas de presumir de su nuevo juguetito.
¿Cuántas vidas esperaban salvar, que no dudaron en segar cientos de miles? Para salvar vidas, ¿no habría sido más eficaz presionar en unas negociaciones, habida cuenta de que el gobierno japonés era plenamente consciente de que la derrota total era sólo cuestión de meses, y ya había manifestado intención de rendirse? Si querían impresionar al enemigo, ¿no habría bastado con arrojar las bombas sobre alguna base militar apartada donde los japoneses pudieran comprobar su descomunal poder?
Corolario #2: los ataques con bombas nucleares sobre japón fueron un genocidio frío, cruel e innecesario. Un puro ejercicio de poder. La historia acabará condenando a EEUU como antes también lo ha hecho con Japón.
P.D. Hasta la fecha, el gobierno americano no ha emitido la menor disculpa.