
Vagabundeando hace unas semanas por una librería de segunda mano, me topé con una
Computer Buyer's Guide del año 88, una guía del comprador americana, con más de quince años. Por sólo cincuenta céntimos me embarqué en un viaje a la nostalgia con todos los gastos pagados.
PCs de IBM y compatibles de marcas olvidadas pero que entonces eran una referencia, como Tandon o ALR.
XTs con un
8088 a 4,77 u 8 MHz,
ATs con
80286 hasta 12 MHz, y las estrellas del firmamento de entonces: los
80386 hasta 25 MHz, sólo para profesionales tan exigentes como solventes. Era una época en la que los ordenadores más potentes se diseñaban exclusivamente al trabajo serio, y los más antiguos y modestos se destinaban al mercado doméstico y/o de ocio adolescente. Justo al revés que ahora.
Portátiles con CRT incorporado (LCD en los
más avanzados, que curiosamente tuvieron poco éxito) que pesaban
bastantes kilos.
Impresoras matriciales de 9 agujas (24 para los más afortunados), que con el tiempo se descubriría que eran indestructibles (pobre negocio para los fabricantes, que aprendieron la la lección y ahora venden chismes de altas prestaciones a precio de ganga que duran tres cartuchos). Módems de 300 a 2400 bps.
Apple
IIe, Macintosh
Plus,
SE y
II, Atari
520ST y
1040ST, Commodore Amiga
500 y
2000, e incluso los veteranos
C64 y
C128. Ahora, mirando hacia atrás, está claro que el PC compatible acabaría machacando a todos los contrincantes (excepto los Macintosh, y de todos modos los arrinconó a un pequeño nicho de mercado), pero entonces las diversas plataformas (con hardware, software, filosofía y gamas de periféricos propios) pujaban por hacerse con un sector de usuarios. Por ejemplo, durante muchos años los
Atari 520 ST (después serían los Macintosh) dominaban casi con exclusividad el mundo las aplicaciones musicales, porque eran los pioneros en incorporar de serie el interfaz MIDI, además de tener capacidades de sonido, música y gráficos muy por encima de la media de la época.
Por aquel entonces yo tenía un
Amstrad CPC 464 con monitor de fósforo verde. Regalo de reyes del 85, con su
Zilog Z80A de 8 bits a 4 MHz, 64 KBytes de RAM y unidad de cinta integrada, por aquel año 88 en el que yo entraba en la Facultad de Informática ya estaba desfasado. En el verano conseguí la unidad de disco FDD-1, que usaba discos de 3 pulgadas más o menos similares a los actuales de 3 pulgadas y media, aunque eran de baja densidad y podían almacenar sólo 180 kbytes por cara (había que darles la vuelta porque la unidad tenía un sólo cabezal), y eran bastante caros y difíciles de encontrar. No me salió gratis: la conseguí a cambio de renunciar al viaje de fin de curso de COU. Ya entonces prefería quedarme en casa encerrado y trastear con cacharros que viajar y relacionarme con gente
normal. Fui un friki precoz.
Aquel equipo tenía un punto fuerte muy interesante: junto con la unidad de disco venía el sistema operativo
CP/M 2.2 de
Digital Research, un sistema operativo profesional que había tenido éxito a finales de los 70 y principios de los 80 entre los micros profesionales, y había encontrado una segunda juventud como sistema serio para los microordenadores domésticos como el Amstrad CPC. Conseguí algunas
versiones de evaluación de joyitas como el mítico
WordStar o un compilador de Pascal, con el que llegué a hacer algunas de las prácticas de la Universidad.
Pero la versión 2.2 de CP/M tenía un pequeño inconveniente que lo limitaba engorrosamente. Cuando se cambiaba el disco en la unidad (o se le daba la vuelta, que para la unidad era lo mismo) había que pulsar ^C para que lo reconociera. Si estabas dentro de una aplicación editando un documento, e intentabas guardarlo en un fichero en otro disco, daba un error, abortaba la aplicación, y a tomar polsaco el documento. Si pulsabas ^C desde dentro de la aplicación, la abortaba. No había alternativa: esto te obligaba a guardar los ficheros en el mismo disco que la aplicación que los manejaba. Un día, tras dos horas picando y depurando un programa en Pascal para una práctica, se me olvidó este detalle y cuando fui a grabarlo en otro disco perdí todo el trabajo. Pillé tal cabreo que no volví a usar aquel ordenador para nada serio. Fue su sentencia de destierro.
Hasta el 1990 no llegaría a mi vida el AT, un
80286 de
AMD a 16 MHz con 1 MByte de RAM, disco duro MFM de 40 MBytes, tarjeta de vídeo dual Hercules/CGA y monitor de fósforo blanco "paper white". Todo de marca Supermicro, que no era más que un ensamblador de componentes clónicos. Por entonces las tiendas no eran los montadores finales de equipos, sino que los compraban a supuestas marcas que no eran en realidad más que importadores/ensambladores. Lo que, por cierto, siguen siendo hoy en día algunas de las marcas supuestamente reputables como
Inves.
Para terminar incluyo un par de enlaces relacionados.
RetroInformatica.Net es un museo virtual de la colección particular de un amigo. El segundo es un sitio bastante completo con docenas de modelos que se ganaron su lugar en la historia:
OLD-COMPUTERS.COM.
Con esta entrada queda inaugurada la nueva sección de
Nostalgia, que espero que se convierta en una motivación para publicar más a menudo en esta bitácora.