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Haddharamma

Anecdotario de nimiedades intrascendentes

Cuento de Navidad

Cuento de Navidad Este año Inma se ha decididod a regalar una perrito a su familia, que echa de menos a uno que estuvieron cuidando un tiempo. Un cachorro en una tienda de animales es un artículo de lujo (tristemente), y además los cokers suelen tener cría sobre estas fechas y los cachorros no se entregan hasta dentro de un mes. Así que pensamos que sería mucho más bonito adoptar un perrito del refugio de animales. El único coker que tenían estaba ya apalabrado, pero cambiaron de opinión y nos llamaron para confirmarnos que si lo queríamos, era nuestro.

Hace una semana me pasé por el refugio a conocer el animal y las instalaciones. Me sorprendió lo bien organizado que tenían aquello. Los animales están en unas condiciones muy dignas, limpios, alimentados y en unos cubículos con cierto espacio. La gente que lo lleva lo hace con tanta devoción como profesionalidad, me parece admirable. La perrita estaba recién operada y estaba todavía atontada, pero se acercó a mí con cariño y nobleza cuando le tendí la mano: me gustó desde el principio. Sus anteriores dueños eran un caso prototípico: familia de padres ocupados que regalan el cachorro a los niños con la promesa de que éstos se ocuparán de él; pero los niños son niños y no quieren responsabilidades, cambian de juguete en cuanto se aburren, y acabaron entregando en el refugio al pobre animal con un año y pico. Al menos no lo dejaron en una carretera para que lo destripara un camión.

Inma trabajaba ayer 24, así que fui yo por la mañana a recogerla. Agradecidos, pagamos (bueno, Inma pagó) la tarifa por la adopción (¿qué son 60 por un animalito que aprende a quererte en cuanto le haces un par de mimos?) más un pequeño donativo (no nos olvidamos de que esto no es una empresa sino una organización caritativa). Cuando salí de allí no me lo terminaba de creer, me sentía raro con una correa en la mano de cuyo extremo tiraba un perrito entusiasmado por estrenar libertad. Bajé andando hasta casa y la subí a la azotea (en mi piso se comería a mis gatos), estuve dándole mimitos y juegos a partes iguales y se encariñó rápidamente. Cuando la fui a cepillar, a pesar de los tirones (tenía el pelaje regular porque los anteriores dueños, aunque no la habían maltratado, tampoco la habían cuidado), se tumbó dócilmente y me facilitó la tarea. Es cariñosa y adorable.

Por la tarde vino Inma a recogerla. Fue frustrante para ella porque se preocupa de adoptar una perrita y ésta pasaba de ella, sólo quería estar conmigo. Me había elegido equivocadamente como su dueño. En el coche se comportó muy bien, se tumbó obediente apoyando la cabeza sobre el regazo de Inma y fue muy tranquila durante el trayecto a Málaga (para ser más exacto: se durmió).

Temíamos cuál sería la reacción de la familia de Inma, para quien iba en definitiva el regalo. La preparamos con un gorrito de papá noel y un gran lazo en el lomo. Tocamos, Inma les dijo: "Este año los Reyes se han adelantado", y la perrilla entró como un torpedo. La acogieron, literalmente, con los brazos abiertos. El hermanos se arrodilló y la abrazó, se emocionó, no se creía que tuviera su propia perrita. La perra es adulta, pero es tan noble y cariñosa que no le hace extraños a nadie que le haga un mimito, en seguida se les estaba rozando. Los padres llegaron después, el padre encantado, y la madre algo reticente (se la va ganando poco a poco; esta mañana la perra ha ido a darle los buenos días a la cama).

Desde ayer han estado malcriando a la perra, con mimos y atenciones y caprichos. Tienen costumbre de salir a comer los días de fiesta, y no piensan dejarse la perra sola en casa. En casa suele estar en brazos del padre mientras ven la tele, además de su pienso le han caído muchas golosinas -hasta jamón del bueno-, y no le falta quien la saque a pasear. Sé que no la abandonarán, ha sido todo un encuentro. Una historia con final feliz.

Por cierto, se llama Kenya, y en la foto posa ya con Inma, su nueva amita.

P.D. Está siendo el día de navidad más feliz que recuerdo en bastante tiempo. Debe de ser el Espíritu Navideño ése del que siempre hablan... los centros comerciales.

Otoñómetro particular

Otoñómetro particular Cada uno tiene su forma de medir las estaciones. Según la aritmética del calendario comienza el 22 de Septiembre. Para muchos lo marca el fin de las vacaciones y la vuelta al trabajo. Para otros el fin del verano y también del trabajo eventual. Los niños y chavales vuelven a los colegios. Imagino que para muchos agrigultores será el momento de empezar a plantar las cosechas. Nos inundan las colecciones en los quioscos y las ofertas de cursos en el buzón. Las cadenas de TV estrenan su nueva programación y sacan la artillería pesada que llevaban engrasando todo el verano.

Para mí el primer aviso llega cuando descubro que ya no necesito tener las ventanas abiertas todo el día para que se pueda estar en casa. Para mis gatos es el día en que dejan de buscar los sitios más fresquitos -como tumbarse sobre el suelo frío y la mesa por donde atraviesa la corriente de aire-, para buscar los rincones más calentitos, como la alfombra junto al ventanal por donde entra el sol por la mañana o el cesto de la ropa sucia donde además no molesta la luz para dormitar. O el más calentito de todos: encima del monitor, desde donde me observa Pelusa mientras escribo esto. Es el momento de rescatar del armario el chandal y las zapatillas.

Yo sigo el compás de las estaciones observando mis dos termómetros peludos.

P.S. Tenía pendiente el artículo desde hace más de un mes. Aplíquese con carácter retroactivo.

Poltergeist en la red

¿Soy el único que se ha dado cuenta? Anoche varios sitios en la red parecieron sufrir un potergeist tecnológico. No se podía entrar en eBay, MSN hotmail ni Feedmanía.

Anoche fui a entrar en eBay y no me dejó completar el login, dando un error. Vale, pues entonces entraré en Feedmanía a pegarle un repaso a mis bitácoras favoritas. Tampoco. Bien, voy a entrar en hotmail y... Nopes. Fue un poco cómico. Allí donde ponía el "dedo", no funcionaba. Seguro que hubo muchos más pero no no los he "pillado".

Algunos sitios -como Feedmanía- no funcionaban y lo advertían en la página de inicio. Otros fallaban daban un error interno de Microsoft al hacer el login, relacionado con la hora actual (mencionando nosequé de que la hora del servidor está en el futuro). Sospecho que el problema provenía de aquellos sitios que utilizan servicios de Microsoft Passport para gestionar la autentificación de usuarios. Quizá el servidor cambió anticipadamente su hora al horario de invierno, cuando en la Unión Europea esto no tiene que suceder hasta el fin de semana próximo.

Los sitios han ido volviendo esta mañana a la normalidad y la cosa no ha pasado de una anécdota, pero me ha hecho gracia la discrección con que ha ocurrido. ¿Nadie más se ha dado cuenta?

P.S. Y por cierto, hablando de poltergeist, sigo sin poder ver el sitio de La Petite Claudine. Me sale esta página de error de ya.com (con quien tengo contratado el ADSL). Sé que el sitio sigue funcionando porque Feedmanía se actualiza sin problemas. ¿Alguna pista?

Happy birthday to me

Happy birthday to me Últimamente vuelvo a tener mi bitácora muy abandonada. Tanto, que hasta se me ha olvidado celebrar mi primer cumpleaños (bitacoril, se entiende). Lo bueno es que como yo me lo guiso y yo me lo como, no puedo cabrearme conmigo mismo por el olvido imperdonable.

Publiqué mi primera entrada el 19 de septiembre del 2003, con esta chorrada. Nunca he sido constante, ni prolijo, y ahora mirando hacia atrás recuerdo muchas anécdotas que podría haber contado (como aquel berlanguiano Día de las Bragas Andaluzas en Torremolinos; verídico).

Bueno, pues aunque sea un mes tarde: ¡AUTO-FELICIDADES!

P.S. Y ya que estamos, vuelvo a hacer por enésima vez propósito de enmienda: a ver si soy capaz de mantener esto un poco más vivo.

Mischi-mini-mini-mini

Esta mañana bajé a Málaga a arreglar unos papeleos. Iba apresurado por la Avenida de Andalucía cuando me encontré con varias personas en torno a una palmera de donde provenían los maullidos desesperados de un gatito. Se había encaramado entre las ramas de la pita y no sabía bajar. Aunque no sé si estaba más asustado por los intentos de capturarlo.

En cuanto me asomé y vi aquel minino de unos tres meses llorando indefenso, no fui capaz de pasar. Una chavala trepó (con una agilidad que yo perdí hace bastantes años) pero el gatillo huyó hacia el otro lado. Como desde ahí lo tenía más fácil me decidí a encaramarme (bueno, apenas un par de palmos). A estas alturas tengo ya superados aquellos superéroes de mi infancia, pero tuve la sensación de estar interpretando uno de esos gags de dibujos animados, el clásico del gatito que no sabe bajar y pero tampoco se deja rescatar.

Al final nos las apañamos para agarrarlo. El pobrecito se defendió como si nos lo fuéramos a comer, en cuanto se vio en el suelo corrió de nuevo a la pita y empezó a trepar. Definitivamente: nosotros le dábamos más miedo. Tanto la chica como un señor que trabajaba en un negocio de al lado y llevaba toda la mañana sufriendo por sus maullidos, estaban pensando llevárselo. Pero el padre de la chica no estaba por la labor, y el señor ya tenía dos gatos. Lo atraparon de nuevo, y ayudé a tranquilizarlo acariciándolo y haciéndole mimitos. El señor del negocio volvió con una caja de cartón, y se lo llevaron, decidiendo quién se lo quedaba al final.

Hoy no ha sido precisamente un día productivo: no pude completar los trámites que fui a hacer, Torremolinos está en feria y todo el mundo aprovecha para poner la música alta (especialmente el nuevo bar de abajo que en un mes está dejando claras sus intenciones de causar problemas), el ayuntamiento cerró antes de tiempo, y encima tampoco me ha cundido el trabajo esta tarde. Pero hoy he ayudado a salvar un gatito, y me siento satisfecho.

Y a estas horas me pregunto quién acabó quedándoselo.

Caminando por el lado penco de la vida

Caminando por el lado penco de la vida La noche pintaba mal. No soy amigo de jaleos, ruidos ni en general salidas nocturnas. Pero tocaba llevar a Inma a la feria de Málaga (aunque ella sabe llevarse solita), y ella escogió el día: viernes noche, que actuaban Los Pecos y El Consorcio. Sólo puse una condición: llevarme mi cámara para hacer algunas fotos (me llevé el kit Fashipn-Discrection, consistente en un bolso bandolera estándar dentro del cual nadie pensaría que va un cuerpo de cámara réflex y sendos objetivos de 24mm y 50mm).

De camino perdimos un rato en un puesto de bocadillos donde un pavo (me refiero al camarero) con un pavo encima (me sigo refiriendo al camarero) tardó diez minutos en prepararnos un perrito caliente, un bocadillo de pollo y unas patatas fritas. Se tomó su tiempo para poder hacerlo mal: el pan estaba tieso, el pollo reseco y las patatas demasiado saladas. Sobra decir que tampoco fue barato.

Llegamos tarde a la caseta municipal, ridículamente pequeña para una feria de esta categoría y dimensiones (es la segunda fiesta de España, aunque el crédito y la atención pública se los lleve en exclusiva la feria de Sevilla), y ya estaba llena, a pesar del cartel de la velada. Aun así acabamos encontrando dos asientos en una esquina con buena visión.

De telonero, por describirlo en una línea, digamos Rafael Acejo and The Spanish Copla. Presentador icónico de la televisión malagueña, una suerte de José Manuel Parada local. Siempre pensé que era cutre como presentador, pero eso es porque no lo había oído cantar. Empezó haciendo versiones aflamencadas de canción ligera y/o pop, y luego fue a lo suyo: cantar copla con arreglos poperos. Pues no, tampoco debía de ser lo suyo. Una cosa es lucirse en una reunión de amigos y otra subirse a un escenario. En fin, se ve que este hombre debe de estar todavía intentando descubrir qué es lo que se le da bien en esta vida.

Bueno, como yo O:-)

Quince minutos para hacer cambios en la iluminación y salieron Los Pecos. Me sorprendieron gratamente, aunque no es mucho decir porque esperaba poco. Previsiblemente, aparte de alguna canción nueva terminantemente prescindible, siguen cantando las canciones de siempre con arreglos actuales. Llevaban buenos músicos, que le dieron un fondo rockero al concierto. Me gustó en particular el guitarra, que daba algunos toques de caña que equilibraban el exceso de miel de los temas.

¿Qué se puede contar de Los Pecos, 25 años después? Siguen haciendo lo mismo, y lo siguen haciendo bien. Para quien le guste lo que hacen. No es que Inma sea una fan incondicional, de hecho el huracán Pecos le pilló demasiado joven, pero le trae nostalgia. Y he de admitir que a mí también me hicieron gracia (tengo yo una vena sensiblera...). De nuevo caminando juntos por el lado peco digoooo... penco de la vida.

Traían sus grupis de rigor pegadas al escenario, como debe de ser. Imagino que ya cuarentonas y carrozonas (desde donde estábamos no se distinguía), el espectáculo de verlas botar y chillar de cerca debía de ser toda una experiencia... extracorpórea, de ésas que abandonas tu cuerpo y lo ves todo en como en tercera persona. En un momento dado voló algo hacia el escenario. Aun sigo intentando convencerme de que no eran unas bragas. Cerca de nosotros, un hijo avergonzado tiraba, intentando que se sentara, del brazo de su madre, que se había puesto en pie emocionada coreando y agitando los brazos con una de las canciones estrella. El mundo al revés. En fin, sonaron muy bien y nos divertimos mucho los dos.

Tuvimos que esperar cuarenta y cinco minutos hasta que apareció El Consorcio (formado con los restos de Mocedades, Sergio y Estívaliz e Iñaki Uranga). Estábamos ya por irnos, porque allí no salía nadie a dar una explicación. El presentador de la gala iba presentando al siguiente grupo nada más terminar el anterior, en vez de hacerlo cuando ya estuvieran listos para salir. Aquello tuvo peor pinta cuando vimos a Amaya salir con bastón al escenario, y tras la primera canción, hacer el resto del concierto sentada en una silla. El peso musical lo lleva ahora Estívaliz. Y no es que Amaya haya perdido voz; la voz la tiene, pero se asfixia y no tiene tanta fuerza para cantar, aunque sigue llevando el peso matriarcal del grupo. En un momento uno de los componentes se burló de ella ("Un aplauso para nuestra maestra coreógrafa"), y ella se excusó con una reciente operación de rodilla. Espero que se reponga porque siempre he admirado a esta mujer, es triste ver lo que la edad va haciendo (o más bien deshaciendo) con los grandes, sin respetar a nadie.

También aquí hubo varias anécdotas entre el público. Cuando empezaron a cantar canciones de los cuarenta, un par de parejas de cincuentones se arrancaron a bailar, y no lo hicieron mal. Desde luego bastante mejor de lo que habría hecho yo. Que no es mucho decir. Una loca empezó a bailar desaforada entre el público, y la gente alrededor le hizo sitio, yo creo que más bien asustados por su friquismo. Daba la sensación que se había tomado algo sospechoso. Al final la pudimos ver algo más de cerca y nos pareció más bien una cuarentona no muy centrada, tal vez incluso con algún desequilibrio.

De nuevo he de confesar mi friquismo: siempre me han gustado Mocedades. No tanto el estilo del Consorcio (canciones de la radio de los cuarenta y cincuenta), pero aquí cantaron de todo, desde Mocedades hasta las propias del Consorcio, y lo hicieron muy bien. Siguen cantando como los ángeles (para quien le gusten los ángeles, claro). También nos lo pasamos bien, que es de lo que se trata, y a la salida tuve ocasión de hacer algunas fotos más en la feria, hasta que tuve que dejarlo porque la hora y el ambiente no eran propicio para lucir un equipo que me ha costado varios sueldos.

P.D. El domingo por la mañana dando un paseo por el rastro me encontré con el disco "¿Dónde estabas tú? Pecos 25 Aniversario" en un puesto surtido de discos de segunda mano. Decidí tener un detalle con Inma.

Una foto, por favor...

Una foto, por favor... No suelo publicar fotos en este blog, excepto las pequeñas que sirven para ilustrar la cabecera. Desde luego, nunca he tenido intención de convertir esto en un foto-blog. Pero hoy me siento contento y haré una excepción.

Una foto de mis bichitos, adormilados en una tarde cualquiera de otoño.

Pelusa es el de la izquierda, gris atigrado, mimoso, casero y juguetón. Jero (Jerónimo) es el del fondo, blanco y negro, callejero, astuto y algo pendenciero, pero también noble y cariñoso (cuando quiere).

Duermen en el salón. Antes los dejaba dormir conmigo en el dormitorio, pero Jero tenía la costumbre de despertarse de buena mañana a eso de las 7 y maullarme en la orjea "MIAAAOOOOOOOWWWWWWWYAESDEDÍA". Cuando me levanto y les abro la puerta (antes incluso de ir al baño, porque en cuanto me escuchan se ponen nerviosos y empiezan a arañar la puerta), salen en tromba como dos flechas. Pelusa, hacia el cuenco de pienso; Jero hacia la puerta de la calle (la escalera). Se ponen muy contentos de que el día empiece verdaderamente y puedan salir de su confinamiento nocturno. Quiero pensar que también están contentos de verme.

Pelusa necesita todas las mañanas su ración de pienso (el fondo del cuenco) y su ración de mimos (unos diez minutos). Entra al baño y se me frota buscando mimito. Me va persiguiendo por toda la casa, mientras yo voy abriendo ventanas, poniendo la leche en el microondas y encendiendo el ordenador para desayunar leyendo las noticias en Internet. No se queda contento hasta que lo acompaño a la cocina y puede terminar su desayuno mientras le acaricio el lomo, y me lo hace saber ronrroneando como una moto. Yo aprovecho la ocasión para cepillarlo, que puede parecer una atención desmedida a un animal, pero es que el ovillo de pelos que le quito con el cepillito no lo tengo que perseguir luego por el suelo con la escoba, y para él viene a ser equivalente a un mimito.

Jero pega un breve reconocimiento al piso, y viendo que su territorio sigue siendo suyo y no ha sido invadido por ningún gato invasor (ciertos instintos nunca se pierden), decide aburrirse. Se poner a llorar hasta que logra hartarme y consigue que me levante, dejando el desayuno a medias, a acompañarlo escaleras arriba y abrirle la puerta de la azotea, donde se distrae un poco tomando el sol y con los olores que le trae el aire. Acaba aburriéndose igual, pero se queda tranquilo y dormita, que es la principal ocupación de todo gato.

Más tarde, a lo largo de la mañana, a veces Pelusa me busca y me hace grugritos (una especie de maullidos mimosos que parece que esté intentando hablar), para que le dé juego. Casi siempre lo subo a la azotea para que haga compañía a Jero. Ya no los bajo hasta la hora de comer.

Para que luego digan que todos los gatos son iguales.

Penca Session

Penca Session Por una vez he sido yo quien ha molestado a mis vecinos, y no al revés. Anoche celebramos una fiestecita en mi casa. Una "Penca Session" o "Penca Festival". Os cuento.

Siempre he sido bastante friqui de mis cosas. Ciencia ficción grasienta, tecnofilia, la cruzada del software libre... estos son algunos de mis nichos de friquismo, además de mis manías fóbicas. Desde que empecé a salir con Inma también he ido absorbiendo parte de su friquismo. Caspa sesentera profunda: Rocío Dúrcal, Sor Citroen y Sor Ye-Ye; caspa calentona de los setenta: Abba, Raffaela Carrá y Camilo Sesto; la música gay-petarda: Fangoria y Paco Clavel... En vez de equilibrarme y desradicalizarme en mi friquismo, empiezo a simpatizar con otros núcleos, alejándome aun más del "centro". [Que por otra parte debe de estar muy abarrotado porque de un tiempo a esta parte todo el mundo dice ser de centro. especialmente los conservadores.] Pero no nos desviemos.

Desde que me muevo por los interneses con ADSL me he dedicado con entrega a la caza de canciones siempre quise tener, fundamentalmente éxitos de los 70, 80 y 90, música de cine y sintonías de TV (especialmente programas infantiles). Inma ha visto el cielo abierto y ha ido sumando sus encargos, con lo que he ido familiarizándome también con su friquismo musical.

Hace tiempo que teníamos ganas de compartir con el resto del mundo el botín con que hemos ido reuniendo, y que voy guardando bien clasificado bajo una carpeta llamada mitessoro. Inma es muy social y se mueve en múltiples círculos de amistades. En el que mejor me integro y con el que mejor me lo paso, es en el círculo gay, que comparten con ella muchas referencias friquis. A esta actitud ellos lo llaman "ser penca". Es difícil definirlo formalmente, se comprende mejor viviéndolo y compartiéndolo en directo. Incluso tienen su propia terminología para llamarse entre ell@s: PencaMari, PeassoPenca, PencaMadre... Inma es PencaPower.

Así que convocamos a todo el entorno penco para una "Penca Session". La idea era quedar para cenar en mi casa, empezar a calentar el ambiente con el DVD de vídeos musicales del último trabajo de Fangoria, y luego hacer un repaso por toda la movida musical penca que hemos recopilado.

Nunca fue mi intención acabar armando jaleo en horas intempestivas, pero entre que quedamos tarde y la cena, acabamos pasadas las dos de la noche, y puedo estar seguro de que por una vez (aunque sin intencionalidad) he sido yo quien ha acabado molestando a los vecinos con mis ruidos.

Sólo espero que el tarado de enfrente que me martiriza todas las noches con una sesión decibélica de tralla discotequera, no se tome esto como una licencia para cometer aun más excesos. Aunque este es un tema muy serio (tanto que me temo que tendré que acabar denunciándolo en el juzgado). Quizá lo cuente otro día...

Hasta otra, penco-nautas.

Aquellas viejas casas abandonadas

Aquellas viejas casas abandonadas Como continuación del artículo anterior, hoy hablaré de mis exploraciones cuando era niño.

Hacia los 9 años me mudé a una urbanización que estaba empezando a edificarse. Se vendían los terrenos para que uno se hiciera su propia casa -ríete del bricomanía-, así que aquello era un campo salpicado de casas aquí y allá, la mayoría a medio construir. Casi todos los propietarios eran asalariados de clase obrera -algunos obreros de la construcción y otros sencillamente manitas de fin de semana-, que se iban construyendo su propia casa a ratos, algunos con la sola ayuda de su familia.

Muchas casas estaban habitadas, a pesar de su precariedad y los fines de semana los dedicaban a seguir construyendo más cachos de la casa. Otras eran construidas por encargo para sus dueños, que vivían todavía en otro lugar. Entre semana solían estar completamente desiertas. Y una obra a medio hacer puede ser también un reto de exploración inquietante. En una ocasión estaba jugando con unos amigos en una de estas obras, cuando apareció el dueño enfadado como si lo llevaran los demonios. Salieron todos corriendo y me trincó a mi. Me llevó a empujones ante mis padres, aunque realmente no habíamos estado haciendo nada malo ni rompimos nada. Por una vez no recuerdo que me cayera ningún castigo, y francamente tampoco creo que lo mereciera.

Había muchas oportunidades sugerentes por los alrededores. Las ruinas de alguna granja aquí, de un cortijo allá. Me gustaba imaginarme historias acerca de ellas. A veces sólo intentaba imaginarme cómo habrían sido en el pasado mientras estaban habitadas. Otras veces proyectaba mentalmente escenarios totalmente distintos. Por ejemplo, la granja no era una granja, sino una nave espacial. El extremo mejor conservado sería el puente de mando; los restos de la nave principal, la bodega de carga; y los arcos bajo ésta, los alojamientos de los motores.

Por la zona había minas de agua, que vienen a ser pozos, pero excavados en galerías horizontales en vez de verticales. Hacía años que estaban secos (y malolientes), y la mayoría de ellos no conservaban la verja que debía cerrar su entrada. Algunos amigos fueron de excursión a explorar un par de ellas; yo nunca me atreví.

También había junto a la verja de mi casa una pequeña cueva natural. Tendría la altura de un niño, y a los pocos metros se estrechaba reduciéndose a una pequeña oquedad. La leyenda local decía que estaba comunicada con una abertura en el suelo, cerca de la base de la atalaya de origen musulmán a un kilómetro de distancia, y que servía para que los moros pudieran huir por ahí y escapar por la cueva si los atacaban los infieles cristianos. Hay quien contaba que algún conocido suyo (siempre terceros de terceros) había realizado la travesía completa, introduciéndose por un extremo y saliendo por el otro, pero dudo que hubiera nada de cierto en aquello. Supongo que ambas oquedades acabarían por cerrarse por completo un poco más adentro, salvo tal vez alguna grieta por la que pudiera fluir el agua. Alguien acabó por comprar el terreno para construir una casa, y para excavar los cimientos tuvieron que destruir la cueva.

Recuerdo muy vagamente una excursión la zona llamada "de Fuente Alegre", no sé si con amigos o acompañando a mis padres, en la que descubrí una pequeña fábrica abandonada. Supongo que se trataba de una envasadora de agua, o refrescos carbonatados. Entre otros detalles, el suelo estaba lleno de chapas de botellín de color celeste, que debía ser el color emblemático de la marca, porque recuerdo que había puertas y otros elementos pintados del mismo color.

Bueno, hasta aquí mis recurdos. ¿Alguien más, aparte del valiente de Arthur, se anima a contarnos los suyos?

Y van...

El sábado volví a tirar el refreco de un amigo. Afortunadamente no era el mismo amigo, ni tampoco el mismo refresco, ni se manchó nadie.

En mi descarga puedo alegar que llevaba puesto el abrigo y las mangas anchas ya se sabe: son muy traicioneras y tienen voluntad propia.

En fin, se ve que lo mío no tiene remedio. ¿Es grave, doctor?

Ya está aquí.

La temperatura ha bajado (tengo que ir más abrigado en casa), lleva lloviendo más de una semana (y la pantalla de mi viejo teléfono móvil se vuelve casi ilegible con la humedad), hay poca luz y la casa está en penumbra (y no hay ganas de limpiar, mientras mis gatos pasan casi toda la tarde dormitando, apáticos) y este mes se me acaba el paro.

Ya está aquí octubre, con su otoño, y a pesar de los inconvenientes, o quizá precisamente por ello, me gusta. Salgo a la calle y huele distinto, la luz es distinta, más tenue y gris, y junto con la lluvia viste la ciudad de un traje nuevo, y aunque sea un abrigo algo melancólico, te hace revivir lo cotidiano con las mismas ganas con que sales a pasear estrenando zapatos nuevos.

Ya tendré tiempo de cansarme, ahora estoy estrenando otoño en mi ciudad, y me gusta.

El refresco sabe mejor en vaso. Dentro del vaso.

Como todo el mundo, tengo mis momentos. Y cuando me pongo nervioso se produce el momento Urkel.

Hace dos fines de semana iba de compras con mi novia, cuando nos encontramos casualmente con unos amigos que viven lejos y hacía tiempo que no nos veíamos, así que cambiamos de planes y nos sentamos con ellos a tomar algo. Mientras iba saludando con castos besos me incliné sobre la mesa y... ¿He ssshido yoooooo? Es increíble la capacidad manchatoria de 33cl de puro batido de chocolate, dio para cinco personas (incluido yo mismo). Por algo será que los anuncios demostrativos de detergente nunca los hacen con batido de chocolate. Me puse tan perdido que tuve que bajar al Eroski a comprar una camiseta barata para ponerme algo decente, ya que habíamos quedado más tarde con otra gente. Afortunadamente los pantalones y los zapatos eran oscuros y no se notó mucho, pero mi amigo no tuvo tanta suerte con sus pantalones claros.

Pero es que el sábado pasado reviví aquello de "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Estaba aburrido en el Barsobia donde habíamos ido para que mi novia bailara, y dado que soy objetor de música salsa, por hacer algo con que entretenerme, me encargué de vigilar los bolsos y demás accesorios del grupo, que iba colocando sobre una mesa. Al empujar para hacer sitio para una chaqueta, volqué los bolsos, que por efecto dominó volcaron dos cocacolas... sobre una pareja de inocentes que estaban al otro lado, infelizmente ignorantes de mi los peligros de mi impericia.

Otras personas llevan sus momentos Urkel con más consideración hacia los demás. Mi novia, por ejemplo, tropieza cada dos por tres, pero sabe caerse con gracia sin molestar a nadie; a veces incluso acaba divirtiendo a los transeúntes de alrededor. En cambio yo, que en general procuro ser también una persona muy respetuosa con los extraños, no logro ahorrarles esta faceta mía tan tonta.

Y mira que me lo repito, pero nada, no hay manera de que se me quede: "El refresco está mejor en vaso. Dentro del vaso."

Estalactitas 1 - Viacal 0

Seguro que no soy el único que se ha sentido defraudado con la publicidad del anuncio.

La última vez que limpié el baño tomé una determinación: si ni el coctel de Don Limpio con Lejía, ni el frotar con vigor con estropajo, ni tener cuidado con las goteras han logrado siquiera rascar las estalactitas cársticas que hay entre la boquilla del grifo y el desagüe del bidé, entonces no me queda más opción que recurrir a la guerra química, aún a riesgo de Bush mande a los Marines para "liberar" mi baño.

Me fui resuelto al Mercadona de confianza y elegí el clónico "Bosque Verde" del viacal (difícil fue la elección entre la versión en gel, en espray y en jabón, que resolví por el sólido y probado algoritmo de escoger una al azar).

Tras leer las instrucciones y hacer caso omiso de evitar el contacto con la piel (tal vez guarde alguna relación con los picores posteriores), he probado con todas las variantes: echarlo directamente, frotar y aclarar, echarlo al estropajo añadiéndolo al cocktel Don Limpio + Lejía y frotar más, echarlo directamente, dejarlo un rato y frotar otro ratito más... Nada de nada: la estalactita sigue incólume, igual que sus hermanas pequeñas en la bañera. Y si no he podido con éstas, que solo eran un ensayo, ni pensarlo con el Dragón Verde Gigante que mora amenazante bajo el grifo de la ducha del aseo.

En fin, tendré que probar nuevas estrategias para afrontar el problema, como el clásico enfoque de la Escuela Americana de Psicología de Garrafón: "La estalactita es tu amiga, cómo superar el trauma en 21 fáciles pasos". O dejar que crezcan hasta formar una gruta subterránea y hacer dinero cobrando por la visita.