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Haddharamma

Aquellas viejas casas abandonadas

Aquellas viejas casas abandonadas Como continuación del artículo anterior, hoy hablaré de mis exploraciones cuando era niño.

Hacia los 9 años me mudé a una urbanización que estaba empezando a edificarse. Se vendían los terrenos para que uno se hiciera su propia casa -ríete del bricomanía-, así que aquello era un campo salpicado de casas aquí y allá, la mayoría a medio construir. Casi todos los propietarios eran asalariados de clase obrera -algunos obreros de la construcción y otros sencillamente manitas de fin de semana-, que se iban construyendo su propia casa a ratos, algunos con la sola ayuda de su familia.

Muchas casas estaban habitadas, a pesar de su precariedad y los fines de semana los dedicaban a seguir construyendo más cachos de la casa. Otras eran construidas por encargo para sus dueños, que vivían todavía en otro lugar. Entre semana solían estar completamente desiertas. Y una obra a medio hacer puede ser también un reto de exploración inquietante. En una ocasión estaba jugando con unos amigos en una de estas obras, cuando apareció el dueño enfadado como si lo llevaran los demonios. Salieron todos corriendo y me trincó a mi. Me llevó a empujones ante mis padres, aunque realmente no habíamos estado haciendo nada malo ni rompimos nada. Por una vez no recuerdo que me cayera ningún castigo, y francamente tampoco creo que lo mereciera.

Había muchas oportunidades sugerentes por los alrededores. Las ruinas de alguna granja aquí, de un cortijo allá. Me gustaba imaginarme historias acerca de ellas. A veces sólo intentaba imaginarme cómo habrían sido en el pasado mientras estaban habitadas. Otras veces proyectaba mentalmente escenarios totalmente distintos. Por ejemplo, la granja no era una granja, sino una nave espacial. El extremo mejor conservado sería el puente de mando; los restos de la nave principal, la bodega de carga; y los arcos bajo ésta, los alojamientos de los motores.

Por la zona había minas de agua, que vienen a ser pozos, pero excavados en galerías horizontales en vez de verticales. Hacía años que estaban secos (y malolientes), y la mayoría de ellos no conservaban la verja que debía cerrar su entrada. Algunos amigos fueron de excursión a explorar un par de ellas; yo nunca me atreví.

También había junto a la verja de mi casa una pequeña cueva natural. Tendría la altura de un niño, y a los pocos metros se estrechaba reduciéndose a una pequeña oquedad. La leyenda local decía que estaba comunicada con una abertura en el suelo, cerca de la base de la atalaya de origen musulmán a un kilómetro de distancia, y que servía para que los moros pudieran huir por ahí y escapar por la cueva si los atacaban los infieles cristianos. Hay quien contaba que algún conocido suyo (siempre terceros de terceros) había realizado la travesía completa, introduciéndose por un extremo y saliendo por el otro, pero dudo que hubiera nada de cierto en aquello. Supongo que ambas oquedades acabarían por cerrarse por completo un poco más adentro, salvo tal vez alguna grieta por la que pudiera fluir el agua. Alguien acabó por comprar el terreno para construir una casa, y para excavar los cimientos tuvieron que destruir la cueva.

Recuerdo muy vagamente una excursión la zona llamada "de Fuente Alegre", no sé si con amigos o acompañando a mis padres, en la que descubrí una pequeña fábrica abandonada. Supongo que se trataba de una envasadora de agua, o refrescos carbonatados. Entre otros detalles, el suelo estaba lleno de chapas de botellín de color celeste, que debía ser el color emblemático de la marca, porque recuerdo que había puertas y otros elementos pintados del mismo color.

Bueno, hasta aquí mis recurdos. ¿Alguien más, aparte del valiente de Arthur, se anima a contarnos los suyos?

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