Una foto, por favor...

Una foto de mis bichitos, adormilados en una tarde cualquiera de otoño.
Pelusa es el de la izquierda, gris atigrado, mimoso, casero y juguetón. Jero (Jerónimo) es el del fondo, blanco y negro, callejero, astuto y algo pendenciero, pero también noble y cariñoso (cuando quiere).
Duermen en el salón. Antes los dejaba dormir conmigo en el dormitorio, pero Jero tenía la costumbre de despertarse de buena mañana a eso de las 7 y maullarme en la orjea "MIAAAOOOOOOOWWWWWWWYAESDEDÍA". Cuando me levanto y les abro la puerta (antes incluso de ir al baño, porque en cuanto me escuchan se ponen nerviosos y empiezan a arañar la puerta), salen en tromba como dos flechas. Pelusa, hacia el cuenco de pienso; Jero hacia la puerta de la calle (la escalera). Se ponen muy contentos de que el día empiece verdaderamente y puedan salir de su confinamiento nocturno. Quiero pensar que también están contentos de verme.
Pelusa necesita todas las mañanas su ración de pienso (el fondo del cuenco) y su ración de mimos (unos diez minutos). Entra al baño y se me frota buscando mimito. Me va persiguiendo por toda la casa, mientras yo voy abriendo ventanas, poniendo la leche en el microondas y encendiendo el ordenador para desayunar leyendo las noticias en Internet. No se queda contento hasta que lo acompaño a la cocina y puede terminar su desayuno mientras le acaricio el lomo, y me lo hace saber ronrroneando como una moto. Yo aprovecho la ocasión para cepillarlo, que puede parecer una atención desmedida a un animal, pero es que el ovillo de pelos que le quito con el cepillito no lo tengo que perseguir luego por el suelo con la escoba, y para él viene a ser equivalente a un mimito.
Jero pega un breve reconocimiento al piso, y viendo que su territorio sigue siendo suyo y no ha sido invadido por ningún gato invasor (ciertos instintos nunca se pierden), decide aburrirse. Se poner a llorar hasta que logra hartarme y consigue que me levante, dejando el desayuno a medias, a acompañarlo escaleras arriba y abrirle la puerta de la azotea, donde se distrae un poco tomando el sol y con los olores que le trae el aire. Acaba aburriéndose igual, pero se queda tranquilo y dormita, que es la principal ocupación de todo gato.
Más tarde, a lo largo de la mañana, a veces Pelusa me busca y me hace grugritos (una especie de maullidos mimosos que parece que esté intentando hablar), para que le dé juego. Casi siempre lo subo a la azotea para que haga compañía a Jero. Ya no los bajo hasta la hora de comer.
Para que luego digan que todos los gatos son iguales.
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