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Haddharamma

Reseñas y recomendaciones

La vieja casa abandonada

La vieja casa abandonada Juguemos a un juego que yo me sé.

Recuerda cuando eras un niño. Alguna tarde aburrida cualquiera, dando un paseo con los amigos, sin nada que hacer. Vagáis por algún solar de los alrededores, buscando alguna aventura con la que auyentar el tedio. No os apetece jugar al fútbol, ni a ninguno de los juegos habituales.

Pasáis cerca de una vieja casa deshabitada, o una fábrica abandonada, o tal vez un edificio a medio constuir. Alguno de los amigos -o tal vez tú mismo- propone entrar. Tenéis miedo, pero nadie demostrarlo echándose a atrás. Además, la curiosidad es poderosa, y gracias a la excitación del subidón de adrenalina el aburrimiento ha sido desterrado por esa tarde.

La primera dificultad obvia -la de entrar-, queda pronto despejada al descubrir que la verja se abre con sólo empujarla, o que hay un hueco al otro lado de la valla por el que colarse fácilmente.

¿Entras?

Hay adultos que siguen conservando algo de la magia de la infancia. ¿Qué son las aficiones, sino pequeños permisos de libertad para divertirnos como niños? Aquí tienes una oportunidad de vivirlo sin riesgo de que te pillen, ni de perderte, ni de caerte por algún agujero o quedarte atrapado. Sin tener que aguantar malos olores, ni bichos, ni lluvia, ni frío. Sin mancharte la ropa. Y sin moverte del sillón de casa.

abandoned-places.com

¿Nunca te ha fascinado descubrir qué esconden los viejos edificios abandonados? Casas, fábricas, colegios...? ¿Nunca, de niño o adolescente, has vivido una aventura similar?

Anda, deja un comentario y compártelo con el resto del mundo... 8^)

Zensation

Zensation Hace poco Inma me propuso ir al Gran Circo Nacional Chino. El anónimo lector seguramente estará pensando lo mismo que dije yo: "¿Al ciiiiirco? ¿Y encima chiiiino?".

Nunca me ha llamado la atención el circo. Y lo primero que huele a fiasco es el nombre. Lo del Gran Circo Nacional Chino me sonaba al "Circo Chino de Manocita Chen", que tenía de chino lo que Manolita de mujer. En general todos los circos siempre son internacionales, aunque nunca hayan cruzado Despeñaperros. Nunca oirás hablar del Gran Circo de Albacete, pero sí he visto muchas veces carteles del Gran Circo Americano, y el Gran Circo Internacional, que tenían toda la pinta de ser más ibéricos que el botijo.

La mayoría de los circos están orientados a los niños, que son los que se tragan el anzuelo y acaban arrastrandi a los padres. Por eso los circos suelen valerse de algún gancho infalible, imitaciones sospechosamente cutres de de algo de moda como (en su época) los combates de naves de la Guerra de Las Galaxias (con una pinta tan sospechosa que ni aun siendo yo un crédulo pubescente lograron hacerme picar), o más recientemente los "auténticos" Teletubbies (previsiblemente tan auténticos como el Yogur Griego de Danone).

De niño me encantaba el programa de Los payasos de la tele, presidía la tarde del sádado y lo esperaba con ilusión toda la semana. Pero no precisamente por los numeritos de acrobacias circenses, que me aburrían y me parecían siempre lo mismo. Los soportaba con impaciencia porque detrás venía el sainete de los payasos, que era la chispa y la estrella del programa. Recuerdo vagamente que una vez mi abuelo me llevó a un circo pequeño (cómo sería que aun siendo un niño impresionable ya me pareciera pequeño), pero no durante la función, sino antes. Me compró un muñeco del payaso Fofó con un saxofón que pitaba de verdad. Me pregunto qué sería de él... (¿Andeandará?).

Superada la infancia, el circo siempre me ha evocado una imagen decadente. Números de acrobacia manidos, mil veces vistos en televisión; animales denigrados en espectáculos humillantes, y mantenidos en unas penosas condiciones por las estrecheces económicas; ese triste testimonio de Ángel Cristo, que se lo comían los leones tan pronto volvía a la jaula tras salir del hospital (tal vez huyendo de las "leonas" y buitres que lo acechan fuera).

Pero quizá lo que más me deprime del circo tradicional es el trato a los animales. Siempre me he negado a contemplar cualquier clase de exibición que suponga directa o indirectamente maltrato a animales. Y para éstos el circo debe de ser infierno en la Tierra (con la excepción de los Toros, que tienen su circo romano especializado en las plazas). Humillados en espectáculos que los ridiculizan, encarcelados en jaulas claustrofóbicas, malnutridos y enfermos, careciendo de los cuidados veterinarios e higiénicos que necesitan, y lo más triste: maltratados de forma sistemática en virtud de su "entrenamiento". Son muchas las asociaciones de animales y zoos que, tras aceptar acoger un animal abandonado por un circo, denuncian el dantesco estado en que les llega. A veces lo único que pueden hacer por ellos es proporcionarles una muerte digna. No tengo palabras para describir este horror.

Para completar el cuadro surrealista de decadencia, una historia familiar: una tía mía se casó con un acróbata. Se conocieron en el Tivoli World (otro rincón de decadencia, entonces en su esplendor) donde ella trabajaba de telefonista y él fue a hacer unas actuaciones con un número de lanzamiento de cuchillos. Había trabajado en un circo, donde también aprendió a hacer acrobacias en el trapecio. Hasta llegó a actuar en el programa de Íñigo haciendo de extra, en el papel de un Gran Jefe Indio cabreado porque el prota bueno había seducido a su hija. Pegaba un par de carreras por la galería del piso superior del decorado, se colgaba en la lámpara de un brinco, y con una cabriola aterrizaba en el suelo, plantándose delante del prota. Ah, sí, también tenía texto: soltaba un contundente "¡Jau!", o algo por el estilo. Durante una década se dedicó a montar negocios -muy emprendedor él- en diversas actividades (desde una carnicería hasta un estudio de fotos, pasando por sacarse la licencia de piloto de avionetas), que siempre abandonaba en cuanto se hartaba a los pocos meses. Llevaba en las venas la necesidad de cambiar constantemente de lugar y ambiente, no podía estar mucho tiempo haciendo lo mismo. Un buen día acabó largándose. Dejó en la familia un recuerdo imborrable de la 'calidad personal' de la gente del circo.

Con todos estos antecedentes, la imagen que tenía del circo difícilmente podría ser más deprimente. Hasta que Inma se enteró que rondaba por aquí el Circo Chino, y me insistió en que fuéramos. Dejándome arrastrar por su ilusión fui, aunque con poca convicción.

La primera sensación que tienes al entrar es que la carpa es más pequeña por dentro de lo que te imaginas. Uno siempre tiene la imagen mental de los grandes espectáculos de circo de los años 30 y 40, con carpas inmensas, palos estratosféricos y varias pistas, como los que se veían en las películas americanas. Bueno, en realidad no me decepcionó porque ya contaba con ello. Y aquí acabaron mis reticencias.

El espectáculo nada tiene que ver con los prejuicios que yo tenía. La puesta en escena es muy artística. La armonía de danza, música y luces lo acerca más a un espectáculo de teatro. Por supuesto, hay muchas acrobacias. Y no todas son completamente originales, hay algunos números clásicos, pero en general éstas me sorprendieron tanto como la puesta en escena. Quizá por el minimalismo: hay que ver la imaginación que tienen para sacarle partido a cuatro cuerdas y tres aros. Y hay que ver la fortaleza que hay que tener para hacer lo que hacen. Además, no es lo mismo ver una pirueta en una tele pequeña mientras te tomas un refresco cómodamente repanchingado en tu sofá, que verlo en vivo a unos metros encima tuya y bajo la magia una carpa.

Van alternándose números masculinos y femeninos. En el espectáculo trabajan un montón de chinos/as (sé que son distintos, no por que fuera capaz de distinguirlos -parecen fotocopias-, sino porque salen todos juntos en un número de danza al principio), aunque evidentemente cada chino actua en más de un número. Lo cual no hace sino añadirles mérito. Hasta los niños tienen su propio número, y me impresionó por su dificultad, y lo cachas que están para lo pequeños que son. Críos de diez o doce años trepando y pegando brincos, con cuerpos pequeños pero con proporciones de adulto.

Hay un número en particular con dos parejas, en el que vuelan en una mezcla de fuerza y delicadeza, que me hizo emocionarme. El acróbata, colgado de un trapo en una postura irreal que le exige un enorme esfuerzo, parece sin embargo relajado y coge a su pareja con el gesto de quien levanta a un bebé de la cuna. La ejecución fluye con tal maestría que lo hacen parecer fácil.

El Gran Circo Nacional Chino es un circo actualizado, en la línea del Cirque du Soleil (Circo del Sol). Una evolución del concepto que mezcla arte (danza, música, puesta en escena) y circo (espectáculo, acrobacia y pirueta, sorpresa e ilusión) a partes iguales. Zensation, el espectáculo que han traído a España, ha ganado un premio en el Festival de Montecarlo, que al parecer viene a ser como los Óscar del circo.

No revelaré más, sólo me queda recomendaros que si tenéis la oportunidad, no os lo perdáis. Es un poco caro, pero merece la pena, y hay que entender que trabajan un montón de artistas y auxiliares, y eso hay que pagarlo. Cambiará vuestra visión del circo.

P.S. Releyendo el texto me he dado cuenta de que esto parece el guión de un anuncio prototípico de producto-sensación, de los que salen por las noches en televisión, en los que se muestran los supuestos testimonios personales de una serie de supuestos clientes convencidos: "Yo había probado muchos productos y artilugios para perder peso, me gasté montoooones de dinero pero ninguno funcionó. Me habían engañado muchas veces y era muy reacio a probar cosas nuevas. Había perdido completamente la esperanza, mi vida era un infierno. Pero desde que probé el sensacional 'Wonder Fat Destroyer', mi vida ha cambiado por completo. He perdido 40 kilos y ahora soy una persona feliz. Me han ascendido en el trabajo y he hecho nuevas amistades. ¡Ah!, y lo mejor de todo: ¡mi marido ha dejado de roncar! ¡Gracias, Wonder Fat Destroyer!"

Como sé que a estas alturas del rollo nadie me va a tomar en serio si intento convencerlo de lo contrario, haré de la adversidad una oportunidad, y aprovecho la ocasión para ofrecerme a los responsables de la gira del circo en España: si me lo pagan bien estoy dispuesto a repetir mi testimonio en programas de radio, centros comerciales y verbenas de barrio. ;^)

Lost in Translation

Lost in Translation Una comedia romántica de Sofía Copola, dirigida e interpretada con sensibilidad e inteligencia precisas, con una historia y personajes creíble. Bill Murray está contenido y llena el personaje por completo, y la (para mi) desconocida Scarlett Johansson me ha sorprendido por la sinceridad con que resuelve su personaje.

La preciosa fotografía retrata la visión fascinada y distante a la vez que tiene de Tokyo el visitanta extranjero occidental, pasmado ante una cultura tan distinta. El viaje está sazonado con una galería de freakies, que parecen haber sido descubiertos por Jesús Quintero por encargo para la película, que conducen a momentos de humor impagables. Impagable también la cara de seriedad y hastío de Bill Murray, mientras sus comparsas hacen monadas y todo el cine se agita en carcajadas.

Una historia romántica aliñada con toques de humor, ideal para la melancolía que el clima nos ha traído estos días, y una excusa para reflexionar sobre muchos aspectos ¿sagrados? de la vida. Aquí hay una crítica en español, de las muchas que se pueden encontrar en Internet.

Supongo que durará poco en las salas y ya lleva un tiempo en cartelera, no os la perdáis.

Caspa galáctica

Caspa galáctica Parece que vuelve, 20 años después, Galactica, la serie de género de ciencia ficción (subgénero de caspa entrañable) que se emitió en TVE en horario de sobremesa durante algún verano a principio de los ochenta.

No sé si la nueva etapa llegará a funcionar en EEUU, y más improbable aun es que llegue a verse por aquí, pero me ha llamado la atención la resurrección de este clásico. En su día me perdí buena parte de los capítulos porque pasé un mes con unos tios en Toledo, en una casa en medio del campo que no tenía electricidad. Un día mi tio conectó una tele pequeñita a la batería del coche, y pude ver un episodio, que disfruté. Cuando volví del viaje la serie había terminado. Que yo sepa nunca han repuesto y a muchos nos encantaría que volvieran a emitir, aunque fuera en horario de madrugada (para eso están los vídeos).

Por lo que recuerdo la historia era más o menos que los Cylon, unos robots tontorrones dirigidos por una inteligencia superior (aparentemente también robótica) habían arrasado la Tierra y destruido la flota, excepto por una nave gorda, la Battlestar Galactica, que se había librado de la debacle porque andaba distraida en otro lado pasando la ITV. Hasta aquí más o menos viene a ser el episodio piloto, que se llegó a estrenar también en cines como película. La serie de TV comienza en este punto, con la Galactica vagando por el espacio, portando los últimos herederos de la humanidad, en busca de un nuevo planeta que les sirviera de hogar, encontrando por el camino aventuras y mundos extraños (al estilo Star Trek) y andando siempre a la greña con los Cylon. Las aventuras estaban protagonizadas por el teniente Starbuck y el capitán Apollo (dos policías espaciales con maneras de chulos de barrio), y el comandante Adama (un abuelete que, al revés que todo el mundo, se teñía sólo las cejas y conservaba la cabellera canosa).

Los cazas de los buenos se llamaban Bipers, y venían a ser una especie de Ala-X recortado para pobres. El equivalente espacial del coche macarra de Starsky & Hutch. Me gustaban mucho, sobre todo la secuencia del lanzamiento (se ve que por las mañanas estaban fríos y les costaba arrancar, así que los tenían que lanzar por una especie de lanzadera-catapulta), pero me gustaban aun más los cazas de los malos, aunque por supuesto el guión las relegaba a un mero papel de blanco en el tiro al pato de los héroes. Aplíquense todos los tópicos al uso: la proverbial mala puntería y lentitud de los malos; las persecuciones a máxima velocidad en las que, al verse acosado, el héroe forzaba su nave hasta una nueva máxima velocidad mayor, cosa que también hacían los malos y vuelta a empezar; los combates desequilibrados en los que el héroe luchaba contra muchas naves malas, y siempre se las arreglaba para destruir a la mitad y hacer huir al resto (los malos también ayudaban un poquito organizándose en atacar de uno en uno), etc...

Cuando proyectaron la serie yo era un chaval pubescente enamorado de la ciencia ficción barata de este tipo. No tenía aún sentido crítico para darme cuenta de la cutrez de los efectos especiales, y mucho menos de los argumentos (siempre se puede comprender que no se pueden realizar buenos efectos especiales sin un presupuesto generoso, pero para ser capaz de inventar una buena historia sólo hace falta lápiz y papel). Recuerdo vagamente la repetición de argumentos y fragmentos (sobre todo aquellos con efectos especiales), esas puertas cerradas por cortinas (en vez de las puertas neumáticas deslizantes de rigor estilo Star Trek), esos uniformes de boy scouts creciditos, ese comandante de ceño fruncido y teñido, esos eones que nunca supimos a cuántos años equivalían al cambio... Y al final me hice esta pregunta: si los Cylon fueron tan poderosos como para acabar con toda la humanidad y la flota, ¿cómo es que una sola nave superviviente es capaz de tenerlos a raya durante el resto de la historia?

El recuerdo perduró después de haber acabado la serie. Al igual que Mazinger Z o La Batalla de los Planetas, fueron los mitos épicos que marcaron mi pubertad. Pasé muchos ratos jugando con un amigo a construir naves espaciales con sus piezas de Lego (yo nunca tuve ni Lego, ni Tente porque eran muy caros, a pesar de que eran los juguetes con los que más disfrutaba en casa de mis amigos y primos; tenía eso sí Clicks, cuando eran de Famóbil, poca cosa porque sólo recibía un juguete por año, pero con los que también me divertía bastante). Siempre intentábamos construir algo lo más parecido a un Biper, y luego, con las piezas sobrantes, construíamos la nave de los malos cuyo destino ineludible era saltar en pedazos, y solía consistir en un amasijo destartalado de remiendos en el que acababan montadas donde buenamente cayeran todas las piezas que no encajaban en el Biper, y al que llamábamos "Triper" por antagonía a los Biper y porque acababan siendo más grandes que éstos.

Para los que sientan algo de curiosidad nostálgica, aquí tienen un enlace cualquiera, de los muchos que se pueden encontrar con una simple búsqueda en Google. Y de propina, otro enlace a la página de un tal Jeff Russell con una comparativa a escala de las dimensiones de docenas y docenas de naves de ciencia ficción de todo tipo y tamaño.

Y este recuerdo me lleva a otra serie olvidada que emitieron siendo yo mucho más niño, Espacio 1999, pero ésa es otra historia...

Crueldad Intolerable

Una comedia fresca de los hermanos Cohen, con diálogos rápidos e inteligentes que recuerdan a las comedias clásicas de Billy Wilder, excéntricos personajes secundarios al estilo del Gran Lebowski, humor negro algo disparatado, y estructura de comedia romántica de Rock Hudson.

Y les ha quedado redonda. George Clooney está muy bien en todos los registros del personaje y Catherine Zeta-Jones también hace creíble su papel. La historia está bien desarollada y el guión muy pulido.

Muy recomendable.

P.S. Con esta (re)entrada retomo mi bitácora, que tenía algo dejada últimamente. Me excusaría diciendo que estoy muy liado pero, ¿quién no lo está?

Tiempos modernos

"Tiempos modernos" Charles Chaplin, 1936. En versión restaurada en los cines 'alternativos'.

Absolutamente genial y adorable Chaplin, absolutamente vigente tanto el humor como el tema de fondo, absolutamente recomendable.

A disfrutar.

En la mesita de noche...

"Los pilares de la Tierra", de Ken Follet

"Black-and-White Photography Masterclass", de John Garrett's

"Diálogos fotográficos imposibles", de Gorka Zumeta

Además, abandonados por ahora, "Conversaciones con Billy Wilder", de Cameron Crowe, "Los hombres don de Marte, las mujeres de Venus", de John Gray y "Inteligencia Emocional", de Daniel Goleman.

Y sí, soy demasiado inquieto por un lado, y lento por otro, como para acometer un libro en pocos días de principio a fin, así que suelo ir picando de muchas cosas a la vez.

Felices lecturas...