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Haddharamma

Un apacible paseo dominical por el infierno

Un apacible paseo dominical por el infierno Elena es ukraniana, hija de un Físico nuclear que trabaja haciendo investigaciones sobre los efectos de la radiación a largo plazo. Y entre sus aficiones está darse paseos por el área contaminada de Chernobyl montando una moto de gran cilindrada.

Ghost Town

No tiene ninguna vocación suicida. Al parecer la radiación es un riesgo controlable, o al menos medible. Además de llevar un contador geiger, se mueve zonas más o menos transitables, si uno sabe reconocerlas. Según cuenta, la contaminación radiactiva no se acumula uniformemente: la madera la absorbe como una esponja, en cambio el asfalto apenas la retiene, por eso las carreteras son relativamente seguras. Mientras circules por el centro de la calzada; en las orillas el nivel de radiación se dispara por la proximidad de la vegetación. El otro factor determinante es el tiempo de exposición: no es lo mismo un rápido paseo matutino de tarde en tarde que vivir de permanentemente en el lugar.

Elena relata hechos interesantes. Tras el accidente, muchos de los hombres que fueron reclutados al estilo soviético (es decir, a la fuerza) para limpiar los escombros de la zona cero (el reactor que se fundió) y construir el sarcófrago de protección, murieron o enfermaron gravemente en las semanas, meses o años posteriores. Los bosques rojos de alrededor del reactor son llamados así por la luz con que refulgían las noches posteriores al desastre, como si se tratara de un capítulo de Los Simpson.

La ciudad fue desalojada con celeridad, aunque 10 días tarde (muchos ya llevaban niveles de radiación fatales acumulados en sus cuerpos), y los habitantes fueron obligados a abandonar todo lo prescindible, ya que todo estaba contaminado. Entiéndase por "prescindible" absolutamente todo (menos el propio cuerpo, claro), hasta las ropas con que se marcharon. Lo que se dice quedarse sin nada en su sentido más literalmente crudo.

De los 4000 habitantes de pueblos de la zona que decidieron quedarse (en su mayoría campesinos ancianos, que preferían morir de enfermedad en su tierra a morir de melancolía en un hospital) apenas sobreviven unos 600.

Me ha sobrecogido la descripción del silencio y soledad en las ciudades abandonadas. Al alejarse de toda civilización hacia el núcleo de la zona cero, se van encontrado cada vez mejores carreteras e infraestructuras, a la par que mayor soledad y silencio. Incluso para un amante del silencio como yo debe de ser estremecedor, casi terrorífico.

En resumen: un paseo sobre las luces y sombras de la civilización humana, un museo congelado de lo que fue la sociedad soviética, sobre todo sus miserias.

Sin tan sólo fuéramos capaces de aprender la lección que nos enseñan los grandes errores, qué distinto sería el mundo...

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