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Haddharamma

El último inmigrante

Según leo en múltiples fuentes, parece que la película El Último Samurai está basada en una historia real. A los americanos siempre les ha gustado mucho aquello de "Basada en un hecho real". Por supuesto la palabra 'basada' hay que entenderla como un pasaporte que otorga libertad a los productores para cambiar algunos detalles; generalmente aquellos detalles fundamentales que construyen la esencia de la historia.

En esta película el cambio principal es la nacionalidad del personaje: no se llamaba Mathan Adler sino Jules Brunet y era francés, no americano. Era un capitán de artillería con demostrada buena reputación, y también un hombre cultivado con aficiones como la acuarela. Fue una legión francesa la que fue enviada a Japón, a modo de asesoramiento y demostración militar, para luchar junto con un shogun contra el ejército de otro señor de la guerra, éste asesorado y equipado por americanos y británicos. La legión francesa fue pronto derrotada y repatriada. El capitán Brunet se quedó luchando con los guerreros japoneses. Al final fueron derrotados, en una batalla aún más desigual que la que se muestra en la película.

Pero Brunet no era un hombre desarraigado y sin motivos para vivir, sino un hombre con convicciones y sentido práctico, como buen militar, y antes de ser apresado huyó en un barco francés. Volvió a Francia y fue inicialmente apartado del ejercito por un consejo de guerra. Pronto Francia entró en guerra con Prusia, y como quiera que en las guerras la diferencia entre héroes y canallas suele ser sólo un matiz añadido por el cronista que lo narra, volvieron a requerir de sus servicios y de hecho llegó a ser Jefe del Estado Mayor.

Lo que me atrae de esta historia es cómo un occidental con convicciones firmes y una filosofía de vida arraigada, se encuentra con la cultura y filosofía orientales abismalmente distinta a la nuestra y queda fascinado, hasta el punto de cambiar para integrarse en aquella sociedad feudal, en un viaje personal a la par de descubrimiento y de maduración. Jules Brunet no era, como se muestra en la película, un militar asqueado de las contradicciones e hipocresías de su propia sociedad, sino un hombre cultivado con convicciones firmes y motivaciones por las que luchar. Y sin embargo fue lo bastante abierto como para no quedarse ahí, sino abrirse a un universo social, cultural y filosófico con el que se topó de repente. Iba como instructor y volvió como aprendiz.

Aquí es donde me chirriaba la historia que cuenta la película: los americanos (los anglosajones en general) no son un pueblo precisamente conocido por su apertura a otras culturas. Tienen la suya propia, desde luego, y viven muy satisfechos ignorando felizmente al resto del mundo, al que se limitan a ridiculizar en parodias superficiales. Lo ilustra muy bien Billy Wilder en la genial sátira "¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?". Al llegar el Cónsul americano a la pequeña isla del sur de Italia, comentaba nada más bajarse del helicóptero al protagonista americano: "Estos italianos son imposibles, no hay forma de entenderse con ellos. No tengo nada en contra de que los extranjeros hablen su propio idioma, pero es que cada país tiene uno distinto. Deberían ponerse todos de acuerdo y hablar un único idioma extranjero".

Los americanos exportan su cultura como si fuera netamente superior a las demás y debiera evangelizar a éstas mediante una colonización cultural, sembrando sus filosofía de vida en otros países. Los países "extranjeros" además nos prestamos gustosos a esta extraña transacción en la que les compramos "modo de vida", como un bien con el que se comercia, y además de darles nuestro dinero olvidamos nuestras propias costumbres.

Retomando la historia que nos conduce, no me imagino a un americano, capitán de caballería y héroe de guerra haciendo justo el viaje inverso. Porque, además, el protagonista fue a Japón a trabajar para ellos como extranjero. Eso se llama 'inmigrante'. De nuevo justo al revés del flujo histórico de inmigración que llevaba a europeos y chinos a buscar la "tierra prometida" en América.

Y sin embargo y a pesar de las grandes diferencias culturales y de forma de ser que les separaba, fue aceptado e integrado en su sociedad. Y no para limpiar establos; llegó a ser la mano derecha del señor de la república de Ezo, que habían constituido los últimos samurais rebeldes. Si bien es cierto que las ayudas militares extranjeras suelen ser bienvenidas en cualquier parte en tiempo de guerra, la sociedad japonesa demostró también estar abierta lo extranjero, a lo distinto y extraño.

Esto me lleva a una reflexión final acerca del choque de culturas. La cultura española, que tiene arraigada -al menos en mi tierra- la filosofía mediterránea de la mezclase en vez de luchar, de integrar en vez de cerrarse, está empezando a perderse. Aquí en Andalucía nos ha invadido a lo largo de la historia todo el todo enemigo que se haya tomado la molestia, y es precisamente la suma de lo que ha ido dejándose aquí cada cultura, todo mezclado, lo que constituye nuestra actual cultura mediterránea.

Después de siglos de enviar emigrantes a medio mundo, ahora que empezamos a alcanzar cierta prosperidad nos cerramos al extranjero inmigrante, lo apellidamos como ilegal. Nos volvemos una sociedad conservadora. Esos sudamericanos que ahora ridiculizamos fueron los que nos acogieron durante épocas de miseria -hambruna- y persecución. Esos moros que ahora despreciamos, fueron los que trajeron la civilización y la cultura a la península Ibérica en la edad media, encumbrando a Al-Andalus como uno de los centros de conocimiento -a todos los niveles- más avanzados de su época, cuando los cristianos (descendientes al fin y al cabo de los bárbaros que arrasaron la civilización romana) andaban aun a cachiporrazos en luchas intestinas entre reinos de oscuridad.

No hay más que comparar la harmonía geométrica de Mezquita de Córdoba, la maravilla de cuento de hadas de la Alhambra, con las rollizas y pequeñas iglesias románicas y los toscos castillos de los nobles -es un decir- Cristianos. La libertad, tolerancia y fertilidad de culturas y pensamiento científico, filosófico y religioso, frente a la tenebrosa represión monolítica de la iglesia crisitiana, que se permitía el derroche de quemar en la hoguera de los herejes a muchas de sus mejores mentes pensantes.

Pero ahora somos Europa. Europa cerrada con llave. Brunet fue un inmigrante pero nunca lo estigmatizaron por ello. Haced este ejercicio: si la historia tuviera que repetirse en estos días, y fuéramos nosotros los que recibiéramos a un nuevo Jules Brunet -pongamos- africano... qué poco se parecería a la historia del último samurai.

1 comentario

Raquel -

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