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Haddharamma

Nostalgia

El paso de la Legión

El paso de la Legión Al alcalde de Torremolinos le encanta la pompa y la celebración. Desde que gobierna se han multiplicado los actos culturales, conmemoraciones, fiestas, conciertos, desfiles, procesiones, espectáculos, comidas, y "días de..." (el más indescriptible de todos, el "Día de las bragas andaluzas").

Hoy es San Miguel, patrón del pueblo y no podía faltar su correspondiente procesión. Encabezan los bomberos con solemnidad y uniforme de gala, continua La Legión, con su circo de piruetas fusileras, cabra y demás numeritos marciales, les sigue el trono con la imagen de San Miguel, y cierra la procesión la banda municipal, fácilmente reconocible por su forma de tocar y desfilar (lamentable, se entiende).

En la procesión del año pasado La Legión bajó con su marcialidad y devoción acostumbrada. Con total profesionalidad, se siempre toman el desfile con más seriedad y profesionalidad que los lugareños, escoltando la imagen al más puro estilo nacionalcatólico.

Cuenta mi tía que siguió la procesión hasta el final, en la Plaza de la Nogalera, donde se disolvió. Tan pronto los legionarios dejaron la imagen, se lanzaron al primer bar que se encontraron (y eso en la Nogalera equivale a unos metros escasos), de donde no salieron hasta las 3 de la madrugada, borrachos y con una rubia guiri bajo el brazo cada uno. Desandaron el itinerario de la procesión cuesta arriba aporreando gamberramente los tambores para hacer notar su alegría a los vecinos (que tenían que levantarse a trabajar a la mañana siguiente, y mira por dónde no le pillaban la gracia).

El destino final de los legionarios, las guiris, los tambores, la borrachera y la cabra no lo conozco, pero me lo imagino.

Seguramente se debieron de dejar el espíritu marcial olvidado en el bar.

P.S. ¿Os he contado la anécdota de cuando la cabra de la legión embistió a una de mis hermanas? Oh, pero ésa es otra historia...

Aquellos viejos números

A propósito del tema de las viejas revistas de informática, aquí hay algunos enlaces interesantes que he encontrado en el aMule:

- Proyecto Microhobby
- Micromanía nº 1,2,3,8,9,33
- Amstrad User, colección completa
- 1000 imágenes de anuncios, portadas y mapas de Amstrad
- Microhobby Amstrad Semanal, nº 1-19 y 30
- Proyecto Microhobby Amstrad

¡PLANEADOOOOOOR ABAJO! ... AJO ... Ajo ... ajo ...

¡PLANEADOOOOOOR ABAJO!  ... AJO ... Ajo ... ajo ... Cuando era niño Mazinger Z era lo que más grande del mundo. Fue mi primer contacto con la ciencia ficción. Para una generación que creció viendo Heidi, Marco y Los Payasos de la Tele (que también me siguen pareciendo entrañables), Mazinger fue el viaje iniciático al maravilloso mundo de la ciencia ficción fantástica.

Recuerdo que llamó mi atención desde que lo anunciaron en el avance semanal de "625 Líneas": la Fortaleza Sumbarina Salude del Barón Ashler, navegando bajo el agua. Creo que me perdí el primer capítulo, pero en el segundo me enganché. Echaban un capítulo semanal en la sobremesa de los sábados, después del telediario y justo antes de la película de Sesión de Tarde. Era el momento más esperado de toda la semana, mi premio.

Estaba seducido por el poder del robot invencible y la personalidad chulo-macarra-justiciero de Koji Kabuto. Durante el episodio la historia me absorbía por completo, lo vivía como si fuera real. Recuerdo aquella reverberación tan hortera, que le daban en el doblaje español, cuando Koji gritaba las órdenes a Mazinger y se escuchaban repetidas por el eco. Entonces me sonaba genial, pero a veces me cabreaba durante los combates porque pensaba que el monstruo enemigo también podría oirlo, y podía anticiparse al ataque. También me desesperaba que empezara empleando las armas más flojas, hasta que al final, estando al límite de ser derrotado y como último intento desesperado, se decidía al fin a usar el fuego de pecho, con el que siempre acababa fundiendo al adversario. Y yo pensaba: Koji, hijo, no seas tonto, empieza con el fuego de pecho y si no funciona pues entonces ya vas probando otras cositas.

El capítulo semanal siempre me sabía a poco y se me hacía cortísimo. Al llegar el final siempre me pillaba desprevenido: ¿ya? ¿tan pronto? ¡qué poco dura!. Y así renovaba mi ilusiones hasta la semana siguiente. A mis 7 años, probablemente aquél fuera mi primer mito infantil.

Pero las cosas mágicas duran poco. Por entonces mis padres decidieron construirse una casa en un terreno en el campo (entonces era campo), y los fines de semana teníamos que ir a trabajar allí. Sin tele. Y sin Mazinger. Afortunadamente no íbamos todos los sábados, pero recuerdo que me perdí algunos capítulos valiosos. Las protestas de un niño valen muy poco.

Pero lo que nunca se me olvidará es aquel día siniestro en que, después de haber terminado obediente mi almuerzo, sentado impaciente por que empezara el capítulo semanal, el momento más ansiado de toda la semana, en lugar de la cabecera con Mazinger surgiendo de la piscina, me aparece un niño vestido con un taparrabos y un arco de juguete pegando brincos por la savana. Era Orzowei. Estuve semanas cabreado, incluso creo que me negué a ver algunos capítulos en justa represalia. Y aunque con el tiempo acabó cayéndome simpático, nunca se lo llegué a perdorarle del todo el sacrilegio de exiliar a mi Mazinger.

Algunos años después me llegaron algunos rumores de que volvían a echar los capítulos por la segunda cadena, incluso de nuevas temporadas. Pero mi vetusto televisor sólo podía sintonizar TVE1. Para mí se acabó Mazinger hasta que el año pasado alguién me pasó la primera temporada en un CD.

Visto ahora, la animación es cutre, los diseños son ortopédicos, los personajes son clichés de cartón, los argumentos están trazados con brocha gruesa y las historias son previsibles desde el primer minuto. Y aquel efecto de eco que me excitaba ahora me parece kirchst. Los mitos son siempre más grandes vistos desde la perspectiva de la memoria, y si quieres que sigan siendo gigantes eternos es mejor dejarlos ahí tranquilitos. Pero aun así a veces sigue despertando una entrañable morriña revisitarlos.

Sorprendentemente no hay mucho material de Mazinger en internet. Lo mejor que he encontrado son este par de enlaces interesantes. El primero es un sitio con contenidos exahustivos. El segundo no es tan completo, pero está hecho con un flash simpático y muy currado.

Bean me up Scotty!

Bean me up Scotty! La edad no respeta a nadie. Lo decía el otro día, hablando de Amaya Uranga. Echando hoy una hojeada al Qué Pasa (diario de distribución gratuita en los autobuses de Málaga) me encuentro con esta foto de los actores de La Serie Clásica, Star Trek. Ejemplo maldito por excelencia del encasillamiento en un papel, llevan décadas sobreviviendo gracias a los que les pagan por asistir a las convenciones de trekkies, y -más triste aún- cobrando por los autógrafos.

Se les ve mayores. William Shatner (el Capitán Kirk) está aburguesado, George Takei y Walter Koenig (el piloto Sulu y el navegante Chekov) parecen una parejita de maduritos gays (lo cual no sería ningún insulto), y a Leonard Nimoy (el hierático oficial científico Spock) lo reconocí por exclusión. Nichelle Nichols (la oficial de comunicaciones Uhura) aún conserva parte de su extotismo. DeForest Kelley (el Dr. Leonard 'Bones' McCoy) no aparece porque nos dejó en 1999.

Pero lo que más me ha impactado ha sido ver a James Doohan (Scotty, el ingeniero jefe del Enterprise) en silla de ruedas. La noticia más triste es que debido a su enfermedad se retira de la vida pública. Bueno, para hacer justicia, libremos por fin al actor de la carga del personaje y digamos más bien: James Doohan se deshace al fin de Scotty y se retira de las convenciones de trekkies.

El actor está muy enfermo. Padece Parkinson y una fibrosis pulmonar, consecuencia de haber estado expuesto a productos químicos peligrosos durante la Segunda Guerra Mundial, en cuyas trincheras aprendió de algunos compañeros el acento escocés con que luego caracterizó a su personaje Montgomery Scott, Scotty. Y a esto hay que sumarle un incipiente Alzheimer, aún en una fase temprana. Puede recordar su participación en el Dia D del desembarco de Normandía, o cómo logró su papel para Star Trek, pero no siempre es capaz de seguir una conversación coherente. El pobre hombre ya no está para convenciones. Le han hecho un homenaje, dedicándole una estrella en el paseo de la fama de Hollywood, y lo han despedido oficialmente del mundo trekkie. Honores con cierto sabor a póstumo.

En realidad no hay nada extraordinario en la historia. No es más que la historia de la vida que se repite siempre a sí misma. Pero hacía mucho que no veía una foto actualizada de los actores, me ha pillado desprevenido y me ha sabido a triste.

He subido aquí una versión más grande de la foto de cabecera (disculpen la mala calidad, está digitalizada directamente del periódico).

Just one more time: Beam me up Scotty!

¿Te acuerdas?

¿Te acuerdas? De un tiempo a esta parte me ha dado por la nostalgia. No porque mi vida sea melancólica y me parezca mejor cualquier tiempo anterior, sino porque me gusta ejercitar la memoria y revivir las cosas que me hicieron vivir hace años.

Hace tiempo que descubrí este sitio en Internet, dedicado a la nostalgia de la infancia y adolescencia de nuestra generación (los que tenemos treintayequis). De los varios que he encontrado, éste es el más completo con diferencia. Tiene un montón de secciones sobre series de TV, tebeos, juguetes, cromos, anuncios, canciones... ¡hasta las golosinas! Todos los elementos más emblemáticos que poblaban nuestra infancia. Además crece continuamente con nuevas entradas.

Un sitio perfecto para cuando estás aburrido, sin nada que hacer, y te apetece encontrar algo distinto en Internet.

¿Te acuerdas?

Aquellos ¿maravillosos? cacharros

Aquellos <i>¿maravillosos?</i> cacharros Vagabundeando hace unas semanas por una librería de segunda mano, me topé con una Computer Buyer's Guide del año 88, una guía del comprador americana, con más de quince años. Por sólo cincuenta céntimos me embarqué en un viaje a la nostalgia con todos los gastos pagados.

PCs de IBM y compatibles de marcas olvidadas pero que entonces eran una referencia, como Tandon o ALR. XTs con un 8088 a 4,77 u 8 MHz, ATs con 80286 hasta 12 MHz, y las estrellas del firmamento de entonces: los 80386 hasta 25 MHz, sólo para profesionales tan exigentes como solventes. Era una época en la que los ordenadores más potentes se diseñaban exclusivamente al trabajo serio, y los más antiguos y modestos se destinaban al mercado doméstico y/o de ocio adolescente. Justo al revés que ahora.

Portátiles con CRT incorporado (LCD en los más avanzados, que curiosamente tuvieron poco éxito) que pesaban bastantes kilos. Impresoras matriciales de 9 agujas (24 para los más afortunados), que con el tiempo se descubriría que eran indestructibles (pobre negocio para los fabricantes, que aprendieron la la lección y ahora venden chismes de altas prestaciones a precio de ganga que duran tres cartuchos). Módems de 300 a 2400 bps.

Apple IIe, Macintosh Plus, SE y II, Atari 520ST y 1040ST, Commodore Amiga 500 y 2000, e incluso los veteranos C64 y C128. Ahora, mirando hacia atrás, está claro que el PC compatible acabaría machacando a todos los contrincantes (excepto los Macintosh, y de todos modos los arrinconó a un pequeño nicho de mercado), pero entonces las diversas plataformas (con hardware, software, filosofía y gamas de periféricos propios) pujaban por hacerse con un sector de usuarios. Por ejemplo, durante muchos años los Atari 520 ST (después serían los Macintosh) dominaban casi con exclusividad el mundo las aplicaciones musicales, porque eran los pioneros en incorporar de serie el interfaz MIDI, además de tener capacidades de sonido, música y gráficos muy por encima de la media de la época.

Por aquel entonces yo tenía un Amstrad CPC 464 con monitor de fósforo verde. Regalo de reyes del 85, con su Zilog Z80A de 8 bits a 4 MHz, 64 KBytes de RAM y unidad de cinta integrada, por aquel año 88 en el que yo entraba en la Facultad de Informática ya estaba desfasado. En el verano conseguí la unidad de disco FDD-1, que usaba discos de 3 pulgadas más o menos similares a los actuales de 3 pulgadas y media, aunque eran de baja densidad y podían almacenar sólo 180 kbytes por cara (había que darles la vuelta porque la unidad tenía un sólo cabezal), y eran bastante caros y difíciles de encontrar. No me salió gratis: la conseguí a cambio de renunciar al viaje de fin de curso de COU. Ya entonces prefería quedarme en casa encerrado y trastear con cacharros que viajar y relacionarme con gente normal. Fui un friki precoz.

Aquel equipo tenía un punto fuerte muy interesante: junto con la unidad de disco venía el sistema operativo CP/M 2.2 de Digital Research, un sistema operativo profesional que había tenido éxito a finales de los 70 y principios de los 80 entre los micros profesionales, y había encontrado una segunda juventud como sistema serio para los microordenadores domésticos como el Amstrad CPC. Conseguí algunas versiones de evaluación de joyitas como el mítico WordStar o un compilador de Pascal, con el que llegué a hacer algunas de las prácticas de la Universidad.

Pero la versión 2.2 de CP/M tenía un pequeño inconveniente que lo limitaba engorrosamente. Cuando se cambiaba el disco en la unidad (o se le daba la vuelta, que para la unidad era lo mismo) había que pulsar ^C para que lo reconociera. Si estabas dentro de una aplicación editando un documento, e intentabas guardarlo en un fichero en otro disco, daba un error, abortaba la aplicación, y a tomar polsaco el documento. Si pulsabas ^C desde dentro de la aplicación, la abortaba. No había alternativa: esto te obligaba a guardar los ficheros en el mismo disco que la aplicación que los manejaba. Un día, tras dos horas picando y depurando un programa en Pascal para una práctica, se me olvidó este detalle y cuando fui a grabarlo en otro disco perdí todo el trabajo. Pillé tal cabreo que no volví a usar aquel ordenador para nada serio. Fue su sentencia de destierro.

Hasta el 1990 no llegaría a mi vida el AT, un 80286 de AMD a 16 MHz con 1 MByte de RAM, disco duro MFM de 40 MBytes, tarjeta de vídeo dual Hercules/CGA y monitor de fósforo blanco "paper white". Todo de marca Supermicro, que no era más que un ensamblador de componentes clónicos. Por entonces las tiendas no eran los montadores finales de equipos, sino que los compraban a supuestas marcas que no eran en realidad más que importadores/ensambladores. Lo que, por cierto, siguen siendo hoy en día algunas de las marcas supuestamente reputables como Inves.

Para terminar incluyo un par de enlaces relacionados. RetroInformatica.Net es un museo virtual de la colección particular de un amigo. El segundo es un sitio bastante completo con docenas de modelos que se ganaron su lugar en la historia: OLD-COMPUTERS.COM.

Con esta entrada queda inaugurada la nueva sección de Nostalgia, que espero que se convierta en una motivación para publicar más a menudo en esta bitácora.

Un chiste con nostalgia

Un chiste para los nostálgicos de la retroinformática:
Carnet de conducir

(Cortesía de SPECCY.ORG)